Antoni Tàpies, uno de los grandes maestros de la vanguardia del arte del siglo XX, falleció en Barcelona a los 88 años. Con Tàpies desparece uno de los grandes referentes indiscutibles del arte contemporáneo mundial.
Nacido en Barcelona en 1923, en el seno de una familia burguesa, culta y catalanista. Tàpies no ha sido solo un gran pintor, dibujante, grafista y escultor, sino un intelectual de primer orden, así como escritor (siete libros y ensayos artísticos) y coleccionista.
Profundamente influenciado por el budismo y las religiones orientales, Tàpies imprimió a su producción una espiritualidad con una fuerte carga filosófica y simbólica, no exenta de crítica política en su etapa más oscura y negra de los años 40 y 50. Durante la dictadura, Tàpies frecuentó los ambientes más vanguardistas de la gris Barcelona y fundó con otros artistas la revolucionaria revista Dau al Set, junto al poeta Joan Brossa (que creó el nombre del grupo y la revista), el filósofo Arnau Puig, los pintores Joan Ponç, Modest Cuixart y Joan-Josep Tharrats. Tàpies era el último superviviente de la generación de Dau al Set.
Realizó exposiciones desde los años cuarenta y en 1950 hizo su primera exposición individual en Barcelona. Viaja a París becado por el Instituto Francés, donde conocería a Picasso y al cubismo. Años después, en coincidencia con el arte povera europeo y el postminimalismo estadounidense, Tàpies profundiza en su trabajo con obras que unen de manera especial occidente y oriente, lo particular y lo universal, ciencia y mística, lo vulgar y lo sublime Cuadros matéricos, que bebían directamente del informalismo de los 60, pero absolutamente vigentes en pleno siglo XXI.
En el recuerdo nos quedan sus insistentes cruces y demás iconos que se han convertido en su seña de identidad, como el diría: no son cruces, son las tes de Teresa (su esposa) y Tapies.
Artista polimórfico y completísimo, un renacentista en la acepción más grandiosa de la palabra, ha dejado huérfano el arte contemporáneo mundial.