lunes, 13 de diciembre de 2010

"NIHIL OBSTAT". Expo de ELIGIO OTERO












“Nihil Obstat”. Exposición de Eligio Otero Benet. En su segunda singladura nos llega desde el “Bar Potemkin” del barrio del Realejo de Granada, la exposición “Nihil Obstat” de Eligio Otero Benet (Granada 1969) licenciado en Bellas Artes, al Espacio 43h de Quesada (Jaén).

1 comentario:

  1. “Nihil Obstat”. Exposición de Eligio Otero Benet.


    En su segunda singladura nos llega desde el “Bar Potemkin” del barrio del Realejo de Granada, la exposición “Nihil Obstat” de Eligio Otero Benet (Granada 1969) licenciado en Bellas Artes, al Espacio 43h de Quesada (Jaén).

    No pasare por alto, aquella su primera presentación de la muestra (Abril 2010), en un espacio más adecuado a la instalación y presentación de la obra que el actual. Un espacio oscuro, con paredes pintadas en negro, frecuentado por estudiantes extranjeros, en el que su copropietario el cocinero japonés “Hite”, un artista enamorado de la guitarra española, desarrolla su excelente cocina japonesa en fusión con la andaluza.

    El dj a la vez propietario, Sergei Furst (ilustrador y dibujante) coge su nombre de pila al igual que el del local, de la obra maestra cinematográfica “El Acorazado Potemkin” (1925) de Sergei Eisenstein. Una oda a la sublevación, al poder de las masas y a las causas colectivas, con elementos estéticos de la vanguardia constructivista.

    El bar recrea el clima y el ambiente del film, un tanto tétrico, pero interesante y fuera de lo común. El nos apostilla: “He utilizado para el diseño y la decoración del establecimiento elementos de las vanguardias de aquel periodo artístico del siglo XX”, estando influenciado profundamente por mi padre, diseñador ruso de escenarios, que trabajo para el cine en su tiempo.

    Volviendo a la presente exposición de Eligio Otero en el Espacio 43h (octubre-diciembre), este nos presenta un conjunto de fotografías y una serie de cajas que contienen elementos metálicos, restos de cuchillería, y pezuñas disecadas de cérvidos; entre las que cabe destacar una excelente fotografía (con efecto desenfoque) que capta un instante del proceso de disección del animal abatido, una imagen inquietante, amenazadora, poderosa, que nos permite establecer todo tipo de relaciones con las cajas y las otras fotografías que integran la exposición.

    Se echa de menos aquella proyección continuada y obsesiva de fotografías que se presento en el primer espacio expositivo sobre un fondo negro, algo que aumentaba su expresividad y actuaba como un dispositivo de interpretación conceptual de la muestra, que sin ella queda un tanto inconexa.

    Así mismo, sobresalen un conjunto de cuatro fotografías de una nitidez cruenta que nos sumergen en un mundo carnal y carnívoro.

    Todo este trabajo artístico queda circunscrito a un espacio temporal y geográfico específico, la Sierra de Quesada; que nace de una partida de caza (espera, premeditación y alevosía), el ojo opaco verde azulado y una ofrenda de los despojos a las “alimañas”, desemboca en un ritual de ofrendas al viento y a la noche, para una posterior disección, maceración y procesado, que lleva a una ingesta convulsiva por parte de su entorno trivial. Una evocación a la supervivencia en un entorno natural.

    El artista se emplea en presentar diferentes vías de exploración e introspección en un ritual ancestral caza-comida, interesándose por el reverso de este, ese elemento inconsciente del rito, aquel que pervive en el individuo soterradamente al margen de la realidad.



    Quesada, diciembre 2010
    Miguel A. Rodríguez Tirado

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